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Hace muchos siglos, en la encantadora villa malagueña de Almogía, se cuenta una historia que ha sobrevivido al paso del tiempo, una leyenda que tiene sus raíces en el ingenio y la necesidad. Y que tiene como protagonistas a los buñuelos de viento de Almogía. Corría el año 1090, y la villa estaba bajo asedio. Mohamed ben Abad Al Motamid, el poderoso rey sevillano, había cercado la fortaleza de Almogía, dejando a sus habitantes sin recursos.

La situación era desesperada, no solo escaseaban los alimentos, sino que también la leña, esencial para alimentar los hornos, se usaba para calentar los calderos de aceite con los que defendían el castillo.

En medio de esta desolación, un humilde panadero y cocinero árabe llamado Abdelaziz ben Drisi el Jabazún, se vio obligado a improvisar. Al revisar las provisiones, solo encontró algo de harina. Con ingenio y habilidad, decidió hacer una masa simple, utilizando apenas agua y la poca harina que tenía. Formó unas pequeñas tortas con la mezcla y, en un acto de puro ingenio, las sumergió en el aceite hirviendo que ya se utilizaba como defensa contra los atacantes.

Los buñuelos de viento nacidos del ingenio y la necesidad

Las tortas, al entrar en contacto con el aceite caliente, se inflaron como por arte de magia, creando un delicioso manjar que ayudó a calmar el hambre de los sitiados. Así, de la adversidad y la escasez, nacieron los primeros “buñuelos de viento“, un bocado crujiente y ligero que, con el tiempo, se haría famoso.

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Siglos después, en el año 1373, en un convento aragonés, las monjas también se enfrentaban a la misma escasez de alimentos. Al igual que Abdelaziz, recurrieron a lo poco que tenían: almendras y azúcar. Al triturar las almendras y mezclarlas con azúcar, crearon una pasta que hornearon, dando origen a otro dulce tradicional, el mazapán, que también perduraría a lo largo del tiempo.

Ambas historias, aunque separadas por el tiempo y el lugar, están unidas por la necesidad y la creatividad en la cocina, y los buñuelos de viento de Almogía siguen siendo un recordatorio del ingenio que puede surgir en los momentos más difíciles. Y que además ahora forman parte de la gastronomía malagueña, son muchas las cafeterías que ofrecen este manjar.

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Juan Antonio Fernández

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